viernes, 17 de abril de 2020

Dibujo de Ariana Gonzalez Soro


domingo, 24 de marzo de 2019

Cancion homenaje


miércoles, 29 de junio de 2016


martes, 9 de septiembre de 2014

APARECIDOS ARGENTINA RETRATOS DE BRIAN CARLSON 1

miércoles, 27 de marzo de 2013

Señalizacion en el ex CCD Brigada de Investigaciones San Justo

En La Matanza, Derechos Humanos señalizó el ex CCD Brigada de Investigaciones San Justo 


El secretario de Derechos Humanos de la Provincia, Guido Carlotto; y el intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, encabezaron el acto institucional que enmarcó la señalización y que contó con la participación del Comité para la Defensa de la Salud, la Ética y los Derechos Humanos (Codesedh), organismos de derechos humanos locales (querellantes causa 83), sobrevivientes, testigos de la causa y familiares. 

Según constancias judiciales, más de un centenar de hombres y mujeres -varios junto a sus pequeños hijos- perseguidos por su militancia política, social y sindical fueron secuestrados y sometidos a todo tipo de tormentos para luego ser trasladados, asesinados o desaparecidos. Muchos de ellos pertenecían a organizaciones de la salud y la educación como también a grupos estudiantiles. 

Sobrevivientes del ex CCD y familiares de víctimas del terrorismo de Estado, organismos de DDHH, asociaciones de la sociedad civil y cientos de militantes de agrupaciones políticas confluyeron frente a la comisaría señalizada, donde se montó un escenario desde el que los oradores enviaron encendidos discursos en defensa de la política de Memoria, Verdad y Justicia desplegada desde 2003 y de los valores que le dan sentido. 

martes, 23 de octubre de 2012

Cuento escrito por Catalina Sarubbi



“Todo está clavado en la memoria, 
espina de la vida y de la historia.
León Gieco.
“Me llamo María Juana.
Tengo 18 años.
Vivo en Buenos Aires“
Lo que repetía constantemente luego de cada “visita” de los MONSTRUOS. Nos herían con picanas hasta perder la conciencia, al despertar siempre repetía lo mismo, era para saber si seguía viva y consiente.
Todo empezó una noche, fue raro. Yo estaba con amigos comiendo, todavía no se sabía exactamente lo que pasaba en el país, pero sabíamos que algo pasaba. A las once me fui del restaurant ubicado en la avenida Santa Fe, al otro día me tenía que levantar temprano. Caminaba rápido, no era muy seguro a esa hora, pero pensaba:
“Hace mucho que no lo veo a Juan, antes nos veíamos una o dos veces por semana y hace como un mes y medio que no sé nada de él. También la semana que viene es el cumple de mama, algo le tengo que regalar, pero ¿Qué? Tiene todo lo que quiere…”
Mientras pensaba que regalarle escuche una frenada de un auto, fue tan fuerte que me hizo olvidarme lo que venía pensando. Me di vuelta. Era un Falcon. Verde. Empecé a correr. Me agarraron. Lloré. Grité. Recé. Nada sirvió, me llevaron igual.
Al día siguiente, supongo, me levanté. Estaba todo oscuro, húmedo y un olor raro, como a humedad mezclado con encierro. Grité pero de al lado me callaron: -“Eu nena, no grites, van a venir y te aseguro que no es lo que querés” la voz era ronca y grave pero estaba segura que era una mujer. Le iba a preguntar el nombre pero me pareció que no era lo mejor, por ahora.
Me volví a dormir, estaba muy cansada. Me desperté en algún momento, no sabía era de día, de noche, si habían pasado muchos días o solo horas. No sabía nada, lo único que sabía era que estaba cansada y tenía hambre. Mucho. Mientras pensaba en eso, escuche unas voces y pasos, se escuchaba como los zapatos rebotaban en el piso y el ruido cuando pisaban charcos, era tan lindo, me hacia acordar a mis hermanas jugando en el patio de casa, me hacia acordar a casa, a mi familia a mis amigos, a Juan  ¿Dónde está Juan? Por un momento se me paso por la cabeza que podría estar ahí, donde estaba yo. Pero no, ¿Por qué estaría? no estaba metido en nada raro, lo único que quería era ahorrar e irse a “Gringolandia” de vacaciones.
Mientras mi cabeza divagaba, las voces estaban cada vez más cerca. Abrieron la puerta que daba a un pasillo, supongo que había más “cuartuchos” como en el que estaba yo, pero no sé, no pude ver mucho. El hombre era alto y gordo. Tenía manos grandes y muy fuertes, me lastimaba el brazo, me dolía mucho.
- ¿Dónde está Firmenich? Me gritó.
Yo estaba hipnotizada con sus ojos, eran muy verdes, no podía contestarle no me salía la voz. Me lo volvió a preguntar. No le pude contestar.
Agarro algo, tenia forma de control remoto, me lo apoyó en la espalda. Me dolió mucho. Mucho.
Me volvió a preguntar. No le pude contestar, seguía impresionada con esos ojos, eran hermosos pero estaban vacios, enfurecidos.
Repitió la tortura, una y otra vez, supongo que paró cuando yo estaba desmayada, porque lo único que recuerdo es volverme a despertar y que ya no haya nadie.
Las torturas eran cada vez peores, los primeros días me tiraban baldazos de agua helada y después empezaban con ese “control remoto” que me apoyaban y me daba dolor, mucho dolor. Al tiempo no me desmayaba, me había acostumbrado al dolor. Ahí empezaron con hierros calientes, me quemaron la piel en varios lugares. Todo acompañado de maltrato verbal y golpes.
Una noche vino uno de ellos. Repitió la pregunta. Le grité. Yo no sabía quién era Firmenich. Me agarro, me ató y me violó. Fue el peor día de todos, podría haber quedado embarazada, o me podría haber contagiado algo. Lloré. Mucho. Le supliqué. El no paraba.
Cuando terminó, se fue.
Los días posteriores siguieron con las torturas y siempre repetían la pregunta “- ¿Dónde está Firmenich?” lo había escuchado nombrar, Juan me lo había nombrado en una charla, sí. Pero no supe nunca quien era. Era su amigo, o compañero o solo un conocido, no sé.
Un día, habían pasado un par de meses me animé y le hable a la mujer de al lado. Hablamos bastante. Me dijo que se llamaba Susana, “coca” le decían. Tenía tres hijos, hermosos. Y un marido, o ex, no estaba muy claro, pero lo quería. No me quiso decir nada más. Al otro día se la llevaron y no la volví a escuchar.
Después de unos días me vinieron a buscar a mí, me dijeron que era una equivocación que haya estado ahí. Y que me iban a trasladar. Me subieron a una camioneta grande, negra. La camioneta chocó. Se murieron todos. Yo salí corriendo, hasta una estación de servicio.
“Me llamo María Juana.
Tengo 18 años.
Vivo en Buenos Aires.” Era lo único que decía. Lo repetía como un loro.
El  que cargaba nafta era ‘Marito’, el amigo de Lara mi hermana. Me reconoció. Me llevo a casa, con mamá.
Llegué. Mama lloró. Yo lloré. Lara y Lucia lloraron. Nos abrazamos. Seguimos llorando.
Nunca más supe nada de ‘Coca’, ni de Juan, ni del señor de los ojos verdes vacios, ni del lugar donde estuve, ni de los hijos hermosos de coca, ni del marido o ex, ni del hombre que me violó; Pero me acuerdo de todo.

Cuento escrito por Catalina Sarubbi para una clase del Colegio Carlos Pellegrini

miércoles, 10 de agosto de 2011

Inspirada en la memoria.

Inspirada en la memoria. ¡Mi manera de conocerla!
Este es un recuerdo que no existe, pero que en mi nace y desea recordar. ¡Recuerdo que me privaron tener, al ella desaparecer!
Este es un recuerdo que en mí nació ¡y quedó grabado en mi corazón! de mirar una y otra vez sus fotografías. De conocerla. De admirarla.
¡La callaron pero su mirada persiste!
¡Esta es mi manera de conocer y acercarme a mi Abuela, de quien creo tener gran parte de mi personalidad!
Aunque no la haya conocido, ¡para mí sigue viva! ¡Viva en nuestras memorias, nuestros corazones!
Te encontré Abuela… en mi interior, ¡te encontré! ¡y guardo tu mirada, que conocí y atesoro en mi Alma!
De recuerdos que no tengo pero que encontré y me apropié de ellos. Y no dejé ir tu mirada que vive en mi Alma.
¡Inspirada en la memoria! ¡Mi manera de conocerla ¡Mi manera de conocerte, Abuela, logré encontrarte! ¡En mi interior te encontré!

Cecilia Campagna